Si reuniéramos a un grupo de emprendedores y les preguntáramos cuál es la principal enseñanza que han recibido desde que iniciaron su camino propio, estoy casi segura de que las respuestas estarían relacionadas, primero, con la oportunidad de crear valor para ellos mismos y para la sociedad, pero también, con la capacidad de sobreponerse a las adversidades y transitar por un camino que no siempre es lineal ni predecible.

Actualmente, 98% de las empresas chilenas son pymes y según cifras del Ministerio de Economía, generan cerca del 70% del empleo a nivel nacional, siendo consideradas como un factor clave para el desarrollo económico. Sin embargo, debido a su naturaleza son más vulnerables a las crisis financieras o coyunturas como la pandemia, que provocó una transformación del ecosistema y obligó a muchas de ellas a cerrar sus operaciones, cambiar el foco o ajustarse para -en el mejor de los casos-, sobrevivir.

Y ese es justamente el desafío, tanto los emprendedores como la sociedad en general somos conscientes del aporte que significan estas empresas como movilizadoras sociales tanto en Santiago como en regiones, pero en la práctica, no estamos creando las condiciones para que puedan crecer y desarrollarse con mayor seguridad y solvencia. Una de las principales soluciones pasa por equiparar la cancha con políticas públicas que vayan en beneficio de las pymes, pero esta no es la única manera.

Para fortalecer el emprendimiento, es fundamental que quienes conformamos el ecosistema creemos iniciativas de alto impacto que vayan en beneficio de los emprendedores que necesitan visibilidad, financiamiento y apoyo, en especial cuando se trata de iniciativas que provienen de regiones y/o cuentan con menores recursos. Pensemos en qué es lo que más requieren las pymes hoy en día: capacitación, mentorías, conexiones, herramientas concretas que sean un aporte en su día a día, les permitan a los emprendedores tomar mejores decisiones de negocio y los hagan sentirse parte de una comunidad que entiende el tipo de situaciones que enfrentan, les entregue consejos y los ayude a empujar sus proyectos porque comparten un objetivo de base común.

Chile es actualmente un país de emprendedores que enfrentan múltiples retos para seguir en pie. Si queremos seguir como estamos, dejemos que crezcan en cantidad sin preocuparnos de su bienestar integral. Pero sí queremos convertir esta comunidad en algo mucho más potente, debemos apostar de manera conjunta para generar espacios de colaboración donde cada acción particular beneficie al resto. No olvidemos nunca que un emprendedor acompañado rendirá mucho mejor que uno trabajando solo, y que los verdaderos círculos virtuosos surgen cuando creamos puentes y formamos redes, dando espacio a sinergias que aumentan las probabilidades de éxito tanto para los emprendedores como para la sociedad.

Por: Elba Chahuán, Co-fundadora de Cemprendedor.